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Debieron viajar durante 14 horas en una ambulancia junto al ataúd de su pequeña

Tan sólo un año tenía Alma Arratia cuando falleció en el Hospital Garrahan. Tenía cáncer y había sido sometida a un tratamiento durante diez meses. Había viajado desde Zapala a Buenos Aires en un avión sanitario con su familia.
Sergio Garro
Por Sergio Garro

Tras el fatal desenlace, se encontraron con una situación que jamás imaginaron vivir: debieron viajar durante 14 horas en una ambulancia junto al ataúd de su pequeña para regresar a Neuquén. En el medio, su hijo de seis años: “Fue una falta de empatía total. Mi esposa tuvo que viajar en una reposera sin cinturón y mi hijo sentado al lado del cajón”, se lamentó a LM Neuquén, Jorge Arratia, padre de la beba fallecida.

“Los problemas empezaron a aparecer después de que falleció Almita. Se empezó a hablar de plata, de lo costoso que era un traslado desde Buenos Aires hasta Neuquén”, se quejó el hombre, que sintió que “les soltaron la mano” en el momento más complicado del proceso. Sin embargo, nunca imaginó que todo culminaría en un largo y estresante viaje junto al ataúd. "Podrían haber solucionado todo de otra forma", agregó.

El desafortunado calvario de la familia se inició apenas a los dos meses de la beba, cuando María del Carmen Serna, su madre, se dio cuenta de que Almita tenía un bulto entre las costillas. Tras meses de insistencia y diagnósticos erróneos, el 28 de septiembre de 2019 le realizaron una tomografía; allí confirmaron el peor diagnóstico: un tumor en su cabeza y la derivaron al Garrahan. Alma fue diagnosticada con un tumor maligno grado 4, llamado rabdoide teratoide atípico.

Durante el tiempo que duró el tratamiento de la pequeña, madre, padre y Bautista Arratia -su hermano de seis años- pararon en un hotel que les adjudicó la provincia. “Se hicieron cargo del traslado de Alma, de la compra de sus pañales y de los costos farmacéuticos”, explicó el padre. “Hasta ese momento como familia no teníamos nada que decir del trato de la provincia”, agregó.

Sin embargo, esa percepción cambió en el momento que la pequeña falleció. “Era cuando más necesitábamos ayuda y no nos preguntaron ni siquiera si teníamos para comer. Fue bastante agobiante todo, nunca estás tranquilo como familia después de viajar al lado del ataúd de tu hija”, explicó Arratia.

El principal problema del proceso fue el regreso a casa: “Habían pasado cuatro días desde la muerte de Almita y no sabíamos cómo íbamos a volver, así que nos enchufaron en una ambulancia, que creo que fue lo más económico. Mi señora venía sentada en una reposera para dejarle el asiento con cinturón al nene, que venía sentado al lado del ataúd. Las curvas o los pozos eran un sufrimiento”, expresó.

Ahora un poco más tranquilo y las cosas mejor asimiladas, el hombre se tomó el tiempo de averiguar sobre la Ley Mortuoria: “No hubo nada de respeto hacia el difunto. Las ambulancias no pueden transportar a una persona fallecida, menos con los padres adentro”, expresó. Es por eso, que analiza la posibilidad de llevar a las autoridades provinciales a la Justicia: “Si llevar esto a juicio sirve para que otra familia no pase por lo mismo lo voy a encarar. Hay más gente de Zapala y de otras provincias que están peores que Neuquén y es necesario que se tome consciencia de que si un chiquito fallece no puede pasar simplemente a ser una estadística ni viajar junto a un ataúd”, se lamentó Arratia.

Las 14 horas de viaje hacia Neuquén junto al ataúd con el cuerpo de su pequeña no solo significaron “una falta de respeto hacia la estabilidad emocional de la familia”, sino también un trauma para Bautista Arratia, su hijo de seis años que debió soportar el traslado a centímetros de su hermana fallecida. “Bautista se torna agresivo, busca los juguetes de su hermana. Nos dice que quiere morirse para ir a jugar con ella”, expresó con dolor el padre, que agregó: “Es un chico que necesita asistencia psicológica”.

Si bien desde ese entonces la Fundación Brazos Abiertos le brinda asistencia vía Zoom, la familia pretende que el niño sea atendido por alguien de Neuquén. “No somos especialistas, pero si nos damos cuenta que necesita atención presencial y más que poder darle una palabra de ánimo no podemos hacer”.

La situación afectó a todos en la familia, pero “nosotros somos grandes y lo podemos resistir. Tenemos momentos bajos como familia, hay días que andamos bien, pero a veces te patotean los recuerdos y todo el esfuerzo que uno hace se viene abajo otra vez”, se lamentó Arratia, al que no le hace gracia recordar la imagen del ataúd tapado con una manta.

Además de la difícil situación familiar, también debe afrontar la realidad del mundo en pandemia. “Con el encierro y la falta de laburo se complica todo. Si uno trabajara quizás se nivelaría todo un poco”, explicó Jorge Arratia, que además de ser padre es albañil: “Las obras están paradas, nadie tiene plata para construir”.

“Ellos tenían la posibilidad de mandarnos en un remis hasta Neuquén, pero se quisieron ahorrar esa plata y eligieron mandarnos con el ataúd”, denunció Arratia, que continuó: “Desde ahí nos sentimos tratados como una estadística”.

Además, por esos días también existía la posibilidad de mandarlos en un vuelo sanitario, ya que “justo trasladaban a un paciente de Neuquén a Buenos Aires. Pero nos dijeron que era mucha plata y nos empezaron a patear por los costos”, lamentó. “Se notó enseguida el cambio de actitud después de la muerte de Alma”.

Hasta ayer, ninguna autoridad de Neuquén se había comunicado con la familia. Y desde el entorno familiar creen que “el momento ya pasó y nada nos va a devolver la estabilidad emocional". "Pedir perdón ya no sirve”, acotaron. No obstante, dijeron que es necesario que el caso se conozca para que otras familias de Neuquén no tengan que pasar por lo mismo y que sepan que está "prohibido viajar con un ataúd". Una historia cruda, que seguramente calará hondo.

Fuente y foto: LM Neuquén.

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